30 de enero de 2009

Do, re, mi y todo lo demás

Por $.M.K.

Olga me llamó el otro día, al parecer quería hablar conmigo aunque no sé de qué. Me cita en la cafetería donde solemos merendar churros por la tarde, a eso de las seis.

Hace tiempo que no nos vemos, desde que ella se fuera a hacer las prácticas de medicina en Grenoble, Francia. Olga estudió la carrera de medicina y hace unos meses terminó. Según me contó en los mails le va muy bien. Al estar en prácticas la marean con los turnos y las guardias, pero son gajes del oficio de cualquier principiante.

Ahí está, con su bufanda de colores y jersey de cuello alto. Parece que ya ha pedido algo. Un café. Me saluda, me da dos besos y me dice.

-Qué tal? ya hace tiempo que no pasaba por esta cafetería.
-No sabía que habías vuelto de Francia.
-Llegue antes de ayer, no te llame por que estaba liada con el equipaje.
-Bueno, cuentame, ¿qué tal la estancia?-le pregunto, cuando notó que la taza está casi vacia.
-Pues nada del otro mundo. Francia muy bonita.

Entonces ella hace una pausa, aparta la taza a un lado, me coge la mano y me dice.

-Tenemos que hablar.
-?De qué?
-Bueno... la verdad es que no me voy a quedar mucho tiempo. He vuelto para recoger algunas cosas, me vuelvo a Francia pasado mañana.
-¿Y eso?
-Pues verás... durante mi estancia ahí conocí...

En ese instante ya sabía el motivo de la llamada, no quise escuchar el resto de la historia. Hice como que la escuchaba, aunque mi mente estaba en otra parte aún por definir. Me dió dos besos y se marchó. En la esquina de la calle esperaba un coche con el motor en marcha. Lo conducía un tipo de cabello corto. Poco más se podía ver tras el ventanal, ella se subió y fua la última vez que la vi.

Mientras el camarero se acercaba a mí para tomar nota de la comanda, yo ya no estaba ahí. Volvió a insistir, pero sencillamente no tenía animos. Me levanté, y dándole unas palmaditas le di unos centimos de propina y regresé a casa.


Entre recuerdos saco de la funda mi guitarra y empiezo a tocarla timidamente, hasta que mi fuego interior se dispara y rasgo los acordes cuán cañones por banda. El sonido es tan intenso que los vecinos llaman a mi puerta protestando. Opté por ignorar sus insultos y salí con la guitarra a dar un paseo. Me detuve en un banco del parque, junto a una palomas que picoteaban migas de pan. Emiezo a tocar timidamente, pero al igual que antes los acordes suenan como el lamento de un perro en la noche. Empiezo a cantar:





Mi mascota no me quiere

ya no sé ni el pienso que prefiere...


Al cabo de un rato un señor me deja unos céntimos en la funda. No le doy apenas importancia al hecho, pero poco más tarde una pareja de ancianos me echa una moneda de un euro. En pocos minutos se reune un pequeño grupo a mi alrededor. Yo prosigo con la camción que me estaba inventando sobre la marcha.





... le saco a pasear

después de una hora de niega a mear.


Ya no sé lo que hacer

nada le hace enternecer

no puede comprender

que no es fácil de entender.


Cuando termino la canción el público me va echando monedas mientras un sector corea -otra vez! otra vez!- No me pude negar y volví a tocar la misma canción. De este modo eche el cierre a la tarde. Mientras guardaba mi guitarra en la funda funda un señor me preguntó si iba a estar aquí al día siguiente. La verdad no supe que responder porque no sabía si iba a volver.




Al día siguiente volví, está vez por la mañana. No había mucha gente así que hice unas improvisaciones. Un barrendero que estaba por ahí se paro para escucharme. Estaba algo distanciado, pero eso no era problema para él. Dejo la escoba en el cubo y se apoyo a sentir el calor de las notas. En ese instante uno de los que estuvo la tarde anterior me reconició. Me pidió que tocara otra vez aquella canción. No me pude negar, se le veía tan ilusinado. Así que volví a tocar la canción.


No tardaron en acercarse curiosos y vecinos de la zona. Muy pronto me volví a ver rodeado de gente. Era mi público, me sentía como Bob Dylan. Algunos que estuvieron la tarde anterior coreaban el estribillo de mi canción. Haste me emocioné. Luego recogi mi guitarra y les dije que me iba a comer. Había mucha gente reunida y los que acaban de llegar se llevaron un chasco, pero es que me sonaban las tripas.


Como siempre que iba a ese parque la gente ya me reconocía me fui a otro a hacer improvisaciones. Alguien me debió de hacer publicidad porque en menos que canta un gallo ya se estaba llenando el aforo del parque. No tuve más remedio que tocar la canción de "Mi mascota". Mientras yo cantaba un videoaficionado saco la cámara del móvil y grabó mi actuación y la colgó en YouTube. Me enteré al día siguiente, porque la gente me miraba asombrada. Una hasta me pidió que le firmara en su carpeta. Cuando me vi el video noté que llevaba más de 521 reproducciones. -No puede ser verdad-me dije a mi mismo. Pero era cierto.


Hasta que un día un ejecutivo se acercó a mí y me comentó la idea de grabar ese tema y otros más que tuviera en mente. A los tres meses terminé la grabación. Se promocionó una gira en festivales como telonero de difrentes grupos. Yo aún ni me lo creía, pero era cierto.

Era mi turno de salir a escena y me temblaban las piernas, por poco me quedo sin habla. Al fondo se oía un grupo de gente. Los reconocí al instante, eran mi público del parque. Levanté la mano, alcé el indice y señalandoles dije por el micro: Va por vosotros! Y empecé a tocar.



Han pasado seis años de aquel día. Seis años se dice pronto. He grabado tres discos y un cuarto que saldrá por primavera.Recorrí casi medio mundo, conocí a mucha gente, hice muchos amigos, tuve mi club de fans que organizaron mi público del parque, con los que mantengo buena relación. Tuve cosas que nunca imaginé que tendría, tuve todo eso y más, pero me faltaba Olga.

Aún pensaba en ese día en que me dejaste de aquel modo. Mientras me preparo para tocar en la ciudad que me vió nacer artisticamente observo que entre el público estás tú.
Apenas has cambiado, sigues tan guapa como siempre. Acompañada de un hombre que encima de sus hombros lleva a un niño que ríe alegre. No es momento para ponerse melancólico, el espectáculo debe continuar.



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